EL ANCESTRAL ORIGEN DEL CONEJO DE PASCUA: Su celebración es mucho más antiguo de lo que pensamos

Desde niño me llamó mucho la atención en particular la presencia de los conejitos de pascua (especialmente de chocolate) que adornaban de manera curiosa los días próximos a las fechas de Semana Santa y no encontraba mucha explicación entre la fecha, la celebración y estos graciosos animalitos. Coincidente con la cercanía de la primavera boreal, era sorprendente ver las decoraciones propias del tiempo de pascua, conejos de todas las formas, tamaños y colores pero sobretodo los maravillosos huevos de chocolate en platinas multicolores. Y claro, mi consigna fue encontrar la respuesta a la pregunta, en su fuente de origen por excelencia. Esta celebración ancestral proviene de los antiguos pueblos del norte de Europa, ya que el conejo era el símbolo de la fertilidad relacionado con las fiestas por la primavera en las tradiciones germana, celta y escandinava. Su alta capacidad de procreación hacían que también fuera vinculado con la diosa germana Ostara, también conocida como Eostre, a quien se le rendía tributo cuando llegaba la primavera. La teoría fue retomada por diversos autores desde el siglo XVII, quienes ven la similitud del nombre de la diosa con el nombre de la Pascua en inglés: Easter. Cabe destacar que en Fenicia, Astarté era la diosa de la fertilidad, así que algunos autores consideran que en alusión a ella también puede ser la designación de Easter en algunos países centro europeos. Pero al llegar a esas tierras la Iglesia Católica y al no poder erradicar esa celebración pagana, pasó a formar parte de las festividades cristianas, como sucedió con el Halloween y la Navidad. De esta manera, la Pascua fue trasladada de una forma bellísima, adaptándola a la Resurrección de Jesús. En efecto, cuenta la misma que una vez colocado el cuerpo de Cristo en el sepulcro tras ser bajado de la Cruz, había dentro de la cueva un conejito escondido – el cual muy asustado veía como todos lloraban y le dio también tristeza ver a Nuestro Señor muerto – que permaneció en la cueva cuando cerraron la piedra que bloqueaba la entrada y se preguntaba quién sería Aquel al que tanto querían y lloraban. Y así pasó todo un día y toda una noche hasta que Jesús se levantó y dobló las sábanas que lo habían envuelto. Entonces un ángel movió la piedra y el conejo comprendió que tenía que avisar a todos los que lloraban que ya no había motivos de pena ya que el Señor había resucitado. Pero al no poder hablar, salió a dejar huevos de colores a todas las casas para compartir la buena nueva y que los hombres de buena voluntad comprendan el mensaje de vida y recordar al mundo que Jesús resucitó y que hay que vivir con la alegría y esperanza de nuestra propia resurrección, la que profesamos en el Credo y que nos llena de la victoria del que venció a la muerte. Y lo del chocolate… venga, es el genial valor agregado de la tradición. Si bien al comienzo los huevos eran pintados y recubiertos con cera para regalarlos a familiares y amigos el domingo de Pascua, con el tiempo se cambiaron los huevos clásicos por los de chocolate para hacerlo mas atractivos especialmente para los niños, quienes tenían la misión de buscarlos en el jardín en donde los había dejado el conejito para que una vez encontrados, comérselos. Como podéis imaginar, esta tradición se extendió a todo el mundo hasta la actualidad. Aprovecho el momento para desearles unas Felices Pascuas.